¿Alguna vez te has sentido feliz?
Soy de esas personas que creen que la felicidad, plena, al menos, no existe. Existen, eso sí, los momentos felices, todos hemos vivido de esos, nos los dan las pequeñas cosas. Un abrazo de una persona que hace tiempo que no ves, un te quiero esperado, un beso bajo la lluvia, un regalo bajo el árbol de navidad, una reunión con amigos, una noche loca, o de copas, o de risas, los recuerdos de los buenos momentos...
Al final de nuestra vista echamos la vista atrás y nos damos cuenta de que siempre nos hemos pasado la vida buscando la felicidad eterna y no la hemos obtenido, sin embargo, la conseguimos a base de todas las veces que hemos sido felices, de todas las veces que hemos estado bien.
Y es que estamos hechos de pedacitos de felicidad. Estamos hechos de enseñanzas a base de errores, de esos errores que nunca podremos enmendar pero que al final nos damos cuenta que era una tontería preocuparse por ellos, porque de ello aprendimos, y por ello somos lo que hoy día somos. Estamos hechos de heridas, de batallas ganadas y de batallas perdidas, de lágrimas, de malos días, de corazones rotos...
Somos una fuerza inhumana a pesar de ser humanos, que renacemos como el ave fénix cuando algo malo nos ocurre y mejor que nunca, aunque claro, hay algunos que se quedan en el camino porque creen que no están hechos para este mundo de valientes, sin darse cuenta de que ellos son los más valientes de todos, por apostar y decidir irse a otro mundo del que no conocemos nada y no sabemos si será peor en lugar de quedarse en elque ya conocemos, eso sí es ser valiente, y que nadie diga lo contrario porque mentiría.
Vivimos de cosas materiales que a fin de cuentas nos acaban cansando, o en busca de nuestra media naranja, sin darnos cuenta de que no somos frutas ni necesitamos de ninguna mitad para estar completos, porque nosotros mismos, con el cuerpo que tenemos, somos perfectos y estamos completos, y la primera persona a la que debemos darle amor, es a nosotros mismos, porque somos los que nos estamos enfrentando al mundo y los que merecemos ese cariño que sólo nosotros podemos brindarnos. Deseamos una historia de película sin pensar que a las dos horas acaba y que no todos los finales son felices.

Vivimos más en el mundo del sueño que en el real, y al final del día, tenemos que dar cuenta de lo vivido en el real, por muy feo que éste haya sido. Proyectamos imágenes de nosotros mismos que ni siquiera son reales, sólo para sentirnos más cercanos a los demás, para sentir que encajamos, para ser igual a los otros, ¿por qué? ¡Estoy harta de vivir en un mundo lleno de copias! Unos de otros y todos iguales, parece que estamos todos en un mismo colegio privado con uniforme, todos con el mismo estilo, la misma ropa, el mismo pelo, el mismo maquillaje, la misma cara larga o mirada de superioridad, los mismos gustos sólo porque al resto les gusta eso.
¿Tan difícil es ser uno mismo? ¿Tan complicado es aceptar a otro aunque sea diferente? Debería estar prohibido ser la copia de una persona al igual que está prohibido copiar en exámenes, o la copia de álbumes o películas porque es piratería, etc, ¿acaso copiar a un ser humano no lo es? Estamos en una sociedad que nos impone unos patrones, unos estereotipos imposibles de conseguir sobretodo a muchas mujeres.
No es fácil tener un cuerpo 10, pero...¿quién quiere vivir en un mundo lleno de cuerpos 10? ¡Yo prefiero ser un 9! Lo bueno de todo esto es que son sólo números, y los números no nos definen jamás. Ya sea en las medidas del cuerpo perfecto (que la perfección no existe, digan lo que digan), como en los kg que salen en la báscula, como la nota de tu examen, esa que no mide tu inteligencia ni mucho menos.
En ocasiones me despierto con la meta del verbo QUERER. "Quiérete" le digo a la mujer que aparece en el espejo y ella inmediatamente esboza una sonrisa, se le arrugan un poquito los ojos y se le forman hoyuelos. Se maquilla, pero no mucho, tan sólo para resaltar sus ojos, para sentirse ella bien, no para agradar a nadie, ella es una mujer fuerte, poderosa e independiente, ella lo hace por ella, nadie la domina. La mujer nuevamente sonríe y asiente. "Hoy me voy a querer" responde y puedo notar como del fondo de su alma sale un "gracias" en forma de susurro y casi imperceptible.
Y ahí es cuando me doy cuenta de que es otro de los momentos felices de los que estamos hechos, cuando decidimos pensar en nosotros mismos y querernos, no necesitamos a nadie para recordárnoslo, somos más que autosuficientes para ello. Y lo sabemos, sólo necesitamos decírnoslo más a menudo. Quiérete más, ámate más, hazte el amor y no la guerra, no luches contra ti mismo, no luches contra tus demonios, no te sientas feo, no te sientas mal, anímate más, cree en ti, eso te hará feliz a la larga, aunque no sea plenamente.